Poco después de que un demacrado, enjuto y somnoliento Yaser Arafat viajase a París para que los médicos franceses obrasen un milagro con su precaria salud, uno de los jefes de la inteligencia militar israelí, Yossi Kuperwasser, acudió al Knesset Parlamento judío para esbozar los nuevos escenarios que se abrían. Kuperwasser sentenció que la muerte de Mr. Palestina no desataría una guerra civil entre los palestinos. Pero este canto al optimismo no fue compartido por todos los parlamentarios. Algunos, como el ministro de Defensa, Shaul Mofaz, advirtieron que algunos líderes podían alterar su comportamiento político tras la desaparición del rais.
¿Qué pasará en adelante? No hay una respuesta unánime
como lo demuestran las divergencias entre los israelíes y la atormentada
historia política de esta región. Eso sí, visto el
modo en que se han conducido las distintas facciones políticas
para hacer una transición pacífica en torno a un Gobierno
de concentración, parece que a corto plazo se respetarán
los cauces y los tiempos que marca la Carta Palestina. Ruhi Fatuh se convertirá
en el líder de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmoud Abbas
(Abú Mazen) se erigirá en el líder de la Organización
de Liberación de Palestina (OLP) y del movimiento Fatah mientras
que Ahmed Qurei (Abú Alá) llevará las riendas del
Gobierno y del Consejo de Seguridad Nacional. Fatuh dispone de 60 días
para convocar elecciones presidenciales.
Cese de la intifada
En realidad, dice el abogado Felix Bornstein, está todo abierto. Para este experto en Oriente Próximo, hay dos problemas. El principal es que los palestinos nunca han sido capaces de construir una estructura para hablar con una sola voz, en parte por el autoritarismo de Arafat. El segundo escollo es que no se comparten los mismos objetivos. Por ejemplo, Hamas y Yihad Islámica no admiten la existencia de Israel. Bichara Khader, director del Centro de Estudios e Investigación sobre el Mundo Árabe Contemporáneo de la Universidad de Lovaina, en Bélgica, rezuma más optimismo. Los palestinos han dado pruebas en los últimos días de una gran sabiduría política y han aplicado lo que exige la Constitución palestina. La transición no puede descarrilar porque los palestinos no pueden permitirse el lujo de derramar más sangre. No creo en la teoría fratricida. No obstante, reconoce que habrá algunas escaramuzas entre las facciones políticas que intentarán ganar más poder relativo. Para este reputado académico de origen palestino, el principal desafío proviene de otro frente: del asedio de Israel, que dificultará el proceso de transición.
Por eso y aquí la coincidencia es total los expertos reclaman que Estados Unidos y la Unión Europea se involucren más en el proceso. El fin: que Israel vuelva a la mesa de negociaciones y se retomen los trabajos del año 2000 de la etapa de Bill Clinton, y la Hoja de Ruta, que contempla la creación de un estado palestino en 2005 y el inmediato cese de la intifada.
Tanto Abbas como Qurei son dos políticos de perfil moderado y
manifiestamente opuestos al uso de la violencia, bien vistos, además,
por Washington. El punto débil es que no gozan del apoyo mayoritario,
entre otros extremos porque Arafat no se preocupó de designar un
sucesor.
Tres escenarios
Ignacio Álvarez-Ossorio, profesor de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Alicante y colaborador del Instituto Elcano, ha esbozado en un artículo tres posibles escenarios de la era post-Arafat. El primero es el continuista, en virtud del cual al-Fatah sería la fuerza dominante y la sucesión se haría ordenadamente. La vieja guardia de al-Fatah seguiría ejerciendo la autoridad y los militares de la nueva guardia se harían con varias parcelas de poder, dependiendo su importancia de su capacidad de movilización de la sociedad y de su habilidad para transformar el respaldo popular en poder político. En este supuesto, una mejora generalizada de la coyuntura en los territorios ocupados permitiría consolidar el liderazgo tanto entre los palestinos como entre los partidos rivales. El segundo escenario es el rupturista, que implicaría el ascenso de Hamas. La desaparición de Arafat dejaría un poder que ninguna fuerza podría llenar en solitario, lo que podría favorecer el reagrupamiento de las facciones palestinas. En este caso, al-Fatah se vería abocado a compartir o ceder el poder con Hamas y la ANP se vería debilitada. Por último, Álvarez-Ossorio habla de un escenario catastrofista: el de la guerra civil.
En el caso de que las facciones palestinas no alcancen un compromiso
sobre el reparto del poder y sobre sus objetivos podría extenderse
la violencia y el caos, agudizándose la fragmentación mediante
la aparición de diminutos reinos de taifas en ciudades y campamentos
controlados por señores de la guerra, afirma el analista.